Victorine Meurent
Una ramera en el Louvre
¿Quién era? Una joven francesa, hija de una modesta pareja de artistas, que soñaba con ser pintora.
Una Lolita precoz: A los 16 años empezó a trabajar posando como modelo, pero la necesidad la empujó a la prostitución.
Especialidad erótica:
Su juventud la hizo una pieza muy cotizada para los maduros clientes
del local donde estaba empleada, uno de los más famosos burdeles
parisinos. Y su mayor talento sexual, según los cronistas, era masajear
todo el cuerpo de sus clientes con sus carnosos senos.
Musa expresionista: Fue
inspiración para el pintor Edouard Manet, quien, fascinado por su
cabellera cobriza, la convirtió en su amante y en su modelo preferida,
inmortalizada en varios lienzos. Entre ellos: El almuerzo campestre y Olympia, que pueden admirarse en el Museo del Louvre.
Alumna aplicada:
Pero Victorine no se limitó a retozar con su protector y a posar
desnuda para él. Aprendió la técnica de su arte y, con los años, ella
también se convirtió en pintora. Logró cierta notoriedad con el lienzo
Un burgués de Nuremberg. Tristemente, ninguna de sus obras ha llegado
hasta nosotros.
A veces, el camino que hay que recorrer para pasar de furcia a princesa
es más corto de lo que parece. Existen decenas de sinónimos de la
palabra prostituta, y todos tienen un matiz negativo. Pero, aunque la
prostitución suele ser sinónimo de marginación, también hay
profesionales del
sexo
que han usado sus habilidades eróticas para convertirse en
emperatrices, artistas, heroínas de la patria y hasta en colaboradoras
de la ciencia.
Una olla común de amor y sexo
Por no faltar, no faltan siquiera
prostitutas
que han sido abanderadas de la revolución marxista proletaria, tal y
como demuestra la historia de una concienciada meretriz chilena apodada
La Flaca. En 1926, miles de obreros se ganaban la vida al norte del país
sudamericano trabajando duramente en las minas de salitre. Y junto a
ellos se había asentado también un ejército de más de cuatro mil
rameras.
Pero ese año, los trabajadores iniciaron una huelga que se prolongó
varios meses, y las prostitutas, viendo que el dinero empezaba a
escasear, se plantearon emigrar a otro lugar más próspero. Fue entonces
cuando, en una asamblea, la Flaca tomó la palabra y dijo que ella se
quedaba. E igual que las mujeres de los obreros hacían ollas solidarias
para compartir los alimentos, ella propuso a sus compañeras hacer “una
olla común de amor y sexo”.
Sus palabras calaron hondo: las prostitutas se quedaron y ofrecieron sus
servicios a cuenta, apuntando meticulosamente todos los “polvos”. Y
así, cuando finalmente los obreros lograron un aumento del 4% en sus
salarios, La Flaca y sus socias aplicaron el mismo porcentaje a las
deudas acumuladas.
En el laboratorio
Probablemente no se haya rendido aún suficiente tributo a los servicios
que las meretrices han prestado a la Medicina y la Psicología. No hay
que olvidar que los primeros estudios sexológicos serios o sobre salud
sexual se realizaron gracias a la colaboración de estas mujeres. Así, el
doctor Alexandre Parent-Duchatelet llegó a recabar el testimonio de
¡tres mil! furcias parisinas, que sirvieron de base para un estudio
pionero sobre enfermedades venéreas realizado en 1836.
Igualmente, en 1966, los sexólogos norteamericanos William H. Masters y
Virginia E. Johnson contaron con la inestimable colaboración de cuarenta
de estas profesionales del sexo para un estudio psicológico titulado La
respuesta sexual humana.
Y no han sido esas sus únicas contribuciones en este terreno. Desde
finales de la Segunda Guerra Mundial, varios hospitales de Estados
Unidos recomiendan el sexo con prostitutas como terapia para pacientes
afectados por graves mutilaciones.
Batallones de fulanas patrióticas
Seguro que se pueden contar con los dedos de una mano los presidentes,
reyes o dirigentes de cualquier tipo que hayan agradecido a las fulanas
los servicios prestados a la patria. Y uno de ellos fue Ulysses S.
Grant.
En 1882, el presidente estadounidense ordenó organizar un verdadero
batallón de prostitutas para que (al igual que las visitadoras de la
obra de Mario Vargas Llosa) proporcionaran relax y entretenimiento a los
obreros y soldados que trabajaban en la construcción del Union Pacific,
el ferrocarril que cruzaba el Oeste americano.
A las chicas se les dispensó una despedida oficial en Chicago, durante
la cual Grant llegó a proclamar con solemnidad: “Todos tenemos nuestra
manera de cumplir con la patria”.
Herederas directas del escuadrón de Grant fueron las soldaderas
mexicanas, furcias que acompañaban al ejército de Pancho Villa. Muchas
de ellas pasaron a ser esposas de los soldados y madres de sus hijos, y
algunas incluso se convirtieron en combatientes y heroínas de la
revolución.
Una de las más letales fue Dolores Jiménez, apodada “la Coyotita”. ¿Que
cuál fue su hazaña? Se dirigió con sus chicas a la guarnición de la
ciudad de Morelos, y allí se entregaron a la tropa.
Así, mientras
los soldados disfrutaban de una orgía de sexo y tequila, los hombres de
Villa aprovecharon la noche de lujuria y desenfreno para introducirse en
el recinto; de ese modo, liquidaron a todos sus enemigos cuando
retozaban con las chicas.
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